viernes, 23 de noviembre de 2012

Palabras que te pueden cambiar la vida


(Traducido y extraído de un artículo de A. Newberg y M. Waldman)

La neurociencia del lenguaje, la consciencia y la comunicación suelen dar lugar a cuestiones fundamentales, cuya respuesta desafía su propia definición. Por ejemplo: cuando hablamos ¿de donde proceden las palabras? ¿de nuestro cerebro o de nuestra mente? ¿y qué entendemos por mente? Lo mismo  ocurre cuando tratamos de profundizar sobre la naturaleza de la consciencia,¿qué es?, ¿dónde se encuentra? Está generada únicamente por la actividad neurológica, o se trata de una fuerza ajena que influencia la actividad del cerebro?  Existen muchas hipótesis, pero nadie tiene una respuesta fiable.

Lo que sí sabemos es que existe una relación entre el cerebro, la mente y nuestra capacidad de comunicarnos adecuadamente con los demás. Parece que la consciencia depende de un área ubicada en los lóbulos frontales donde  se procesa la memoria de trabajo. Nuestro cerebro almacena muchísima información en la memoria a largo plazo pero selecciona únicamente la parte más esencial de esta información para responder de la forma más adecuada ante cualquier tarea.

¿Cuánta información puede mantener nuestra mente consciente en la memoria de trabajo? Tan sólo unas cuatro partes y sólo durante 30 segundos aproximadamente. Esa pequeña parte de información contenida en ese pequeño espacio de tiempo es lo que usamos para comunicar nuestras necesidades a los demás. Esta evidencia nos ha convencido de la necesidad de  modificar la Comunicación Compasiva de forma fundamental. En nuestras conversaciones con los demás, deberíamos limitarnos, siempre que sea posible, a hablar sólo durante 20 ó 30 segundos, incluso cuando una frase comprenda más de 4 partes. Ya que si hablamos durante varios minutos, el cerebro de la otra persona solo podrá recordar una fracción de lo que le hemos dicho y puede que no sea precisamente lo que intentamos transmitirle.

¿Cual sería entonces la solución? Brevedad, seguida de una escucha intensiva para asegurarse de que la otra persona ha captado los puntos claves que queremos transmitirle. Si es así muy bien, podemos seguir con otra frase, sino de nada sirve  ya que la otra persona no nos va a entender.

Cuando nos limitamos a la regla de los 30 segundo, la mente se adapta  rápidamente  desechando la información  irrelevante y por otra parte  el hecho de  ser breves interrumpe nuestra tendencia a expresar emociones negativas.

El poder del SI
¿Qué sabemos del poder de la palabra SI? Mediante el uso de un escáner cerebral, sabemos ahora lo que ocurre cuando oímos palabras y frases positivas. Las palabras positivas no representan una amenaza  para nuestra supervivencia, de modo que nuestro cerebro no necesita una respuesta tan rápida como ante la palabra “NO”. Esto es una pega ya que se  ha demostrado que el pensamiento positivo resulta esencial para el desarrollo de unas relaciones sanas y un trabajo productivo.

¿Podríamos  entrenar a nuestro cerebro para que tuviera una respuesta más ágil ante  el “SI”? Pensamos que es posible mediante un enfoque repetitivo en imágenes, sentimientos y creencias positivas, ya sea que esto se oriente al pensamiento positivo en el ámbito científico, de los negocios o de la espiritualidad. De hecho se ha demostrado que las creencias irracionales positivas incrementan la sensación de felicidad, bienestar y satisfacción en la vida de un@. Incluso en aquellas personas que  tienen una tendencia genética hacia la infelicidad, el pensamiento positivo puede ayudarles a alcanzar una actitud vital más optimista.

En un estudio sobre Psicología Positiva, con un numeroso grupo de adultos de edades comprendidas entre los 35 y los 54 años, se les pidió que anotaran cada noche 3 cosas que les  había ido bien durante el día, indicando una  breve explicación del porqué. Durante los 3 meses siguientes su grado de felicidad siguió incrementándose a la vez que se iban reduciendo los sentimientos depresivos, aún cuando se hubiera dado por finalizado el experimento. De este modo vemos como mediante el lenguaje podemos centrarnos en el pensamiento y las emociones positivas, incrementando nuestro bienestar y mejorar el funcionamiento de la mente.

Las palabras positivas impulsan los centros motivacionales del cerebro hacia la acción y nos permiten crear resiliencia* cuando nos enfrentamos a un sinfín de problemas en nuestras vidas. De ahí que se recomiende el uso del lenguaje y el pensamiento positivo, compartiendo hechos o situaciones agradables con los demás y disfrutar de nuestras experiencias positivas, siendo más optimista, más activos y abiertos.

¿Existe un límite al pensamiento positivo?
Sí, cuando nos pasamos y exageramos. Los demás desconfían, cuando usamos demasiadas palabras positivas en nuestro discurso o al escribir y  entienden que podemos llevarles a una decepción, o que les estamos engañando, esto suele ocurrir bastante en la publicidad. NO es necesario sobreactuar. Si estamos seguros de algo, si las palabras nos resuenan como verdaderas, los demás también las van a percibir como auténticas, además de las claves que van a  captar mediante nuestras señales no verbales.

* La resiliencia es la capacidad de afrontar la adversidad saliendo fortalecido y alcanzando un estado de excelencia profesional y personal.

1 comentario: