sábado, 28 de agosto de 2010

Vivir los sueños

Dedicado a todos aquellos que algún día tuvieron el valor de vivir sus sueños.

Todos tenemos un sueño… o varios, pero ¿quienes se animan y se arriesgan a vivirlos? Me resulta muy triste oír a ciertas personas que tienen la sensación de haber fracasado en sus vidas a pesar de que aparentemente todo les va bien, y que a medida que van envejeciendo empiezan a sentir una enorme desazón. Si escarbas un poco, te cuentan que en su juventud eran muy buenos en tal o cual actividad que sin embargo, nunca se atrevieron a desarrollar. Si les preguntas porque, te dirán … eso de… bueno… es que la vida, las obligaciones, el trabajo… Es peor aún cuando oyes a personas más jóvenes decirte que a ellos les gustaría hacer tal o cual cosa, y ves que posponen continuamente el dar el primer paso y siguen perdiendo su tiempo con sueños sobre sus sueños.

“La suerte sonríe a los que se atreven” esta frase la oí siendo muy joven y se me quedó grabada, fue siempre como un estribillo cuando me planteaba cualquier reto.

Creo que los sueños que tenemos cuando estamos despiertos no son un juego de la mente para dejar divagar la imaginación y si los vemos como tal se diluyen y no sirven para nada. Los verdaderos sueños, son los proyectos de nuestras metas, y esos proyectos suelen tener un precio y también una compensación que varían en función de su alcance. Ese precio se va pagando en varios plazos, el primero de ellos suele ser el miedo a romper o a salir de nuestra zona de seguridad, otro el sacrificio y el esfuerzo perseverante por ir alcanzando cada uno de los umbrales que nos llevan a la meta, otro la responsabilidad que entraña el ser libres de hacer lo que uno siente que debe hacer, hay más… cada uno los va descubriendo al andar su camino. Y una vez alcanzada la meta, el premio está en la satisfacción por cumplir con nuestro propósito, en la seguridad, pero esta vez se trata de otro tipo de seguridad esa que sólo depende de uno mismo, esa que no nos ata, sino que nos libera, nos recarga de energía y nos proporciona paz interior para planificar la próxima meta.

Os dejo un pequeño cuento que lo ilustra…

-¿El precio de vivir un sueño es mucho mayor que el de vivir sin arriesgarse a soñar? –preguntó el discípulo.

El maestro lo llevó a una tienda de ropa. Allí, le pidió que se probase un traje que era exactamente de su talla. El discípulo obedeció, y se quedó maravillado con la calidad de la ropa.

A continuación, el maestro le pidió que se probase el mismo traje, pero de una talla mucho mayor a la suya. Y el discípulo así lo hizo.

-Éste no sirve. Me está demasiado grande.

-¿Cuánto cuestan estos trajes? –le preguntó el maestro al vendedor.

-Los dos tienen el mismo precio. Sólo se diferencian en la talla.

A la salida de la tienda, el maestro le comentó a su discípulo:

-Vivir el sueño, y abandonar el sueño, también tienen el mismo precio, muy caro en ambos casos, generalmente. Pero la primera actitud nos lleva a comulgar con el milagro de la vida, mientras que la segunda no nos sirve para nada.

sábado, 21 de agosto de 2010

Integrarse

Acostumbro a presenciar actitudes de inhibición por parte de personas que ya han alcanzado una edad cierta… cuando interactúan con generaciones más jóvenes, hace unos días me tropecé con este fabuloso artículo en un diario nacional, que quiero compartir ya que demuestra, mucha valentía, originalidad e inteligencia además de un maravilloso estilo por parte de su autora. Que lo disfruten y que los que ya han a llegado o van a llegar pronto a esa edad cierta lo pongan en práctica, lo que importa de verdad es la edad de nuestro corazón... y no temer estar donde la vida nos lleve.

Moderna por contrato.- LUZ SÁNCHEZ-MELLADO (Publicado en El País el 18/08/2010)

“Yo soy rebelde porque el curro me hizo así. Llevaba 25 años de secretaria en una multinacional, de repente compran una red social y me trasladan de un día para otro. O eso, o la prejubilación, me dicen. A mí. Tengo 60, vale, pero yo no corrí delante de los grises para que me retire nadie. Soy una pionera nata. Así que me he reciclado. A la fuerza ahorcan.

El primer sofoco fue ver a mi jefe. Tiene 28 años y se llama Prometeo, te lo prometo, hay padres para matarlos. Lo ves y te dan ganas de darle un euro para que coma algo. Pero se ha inventado él solo este chiringuito que nos da de comer a él, a mí y a otros 150. Un cerebrito, el niño. Luego están los otros. Y las otras. Qué cuadros. Con esos pelos y esas barbas, ellos parecen extras de La vida de Bryan. Ellas, cualquier cosa menos vírgenes. Y yo, la madre que los parió a todos.

Era el último mono. Me llamaban de usted. Me marginaban. Pero yo no me manifesté con un cartel de "Sí al aborto" encima de un bombo de gemelos para que me jubilen unos niñatos. Fui a Bershka, pillé todo lo de la XXL, lo pasé por la Singer y me hice unos estilismos que los tengo muertos. Serán nativos digitales, pero les falta perspectiva. Lo del mes pasado les parece una antigualla y lo de hace 30 años el colmo del estilo. Mi último pelotazo son unas gafas de mi madre que me he graduado para vista cansada. Flipan con ellas. Vintage, las llaman. En mi época la vendimia era otra cosa.

Se las meto dobladas. Llevo el iPhone al cuello como la cruz el exorcista: los neutraliza. Solo sé llamar y contestar, pero cuela. Esto es anarquía y no la CNT. Desde que uno me dijo que había faltado por "un mal viaje", como si hubiera pinchado una rueda, yo ya ni pregunto. Estoy superintegrada. Hasta le he cogido el gusto al Red Bull de la máquina. Sabe a Bisolvón, pero me tomo tres al día, como el jarabe. Para marchosa, yo. Por Navidad me invitaron al Plasty, un local de culto. Me ve mi madre y me dice: "Ponte el visón, que viste más". Pobre, su reino ya no es de este mundo. Acabamos en un piano-karaoke del año de la tos. Pero si creen que es moderno, déjalos que disfruten.

Me agotan. Por eso trabajo en agosto. Así tengo dos meses de vacaciones. El mío y el que estoy sin verlos. He sacado a desfilar mis trajes chaqueta y tengo al portero loco. "Eso es una real hembra, y no esas zarrapastrosas", me suelta hoy Luciano, un chico de mi edad. Los modernos están unos en Formentera y otros en Vietnam, no tienen término medio. Oficialmente yo voy a San Juan de Luz, que es vintage. Si se enteran de que es San Juan de Alicante me jubilan sí o sí.”

Atando al perro con longanizas...
Rojo
Música y color

sábado, 14 de agosto de 2010

El desencanto

Se trataba de un hombre que nunca había tenido ocasión de ver el mar.

Vivía en un pueblo del interior de la India. Una idea se había instalado con fijeza en su mente: “No podía morir sin ver el mar”. Para ahorrar algún dinero y poder viajar hasta la costa, tomó otro trabajo además del suyo habitual. Ahorraba todo aquello que podía y suspiraba porque llegase el día de poder estar ante el mar.

Fueron años difíciles. Por fin, ahorró lo suficiente para hacer el viaje. Tomó un tren que le llevó hasta las cercanías del mar. Se sentía entusiasmado y gozoso. Llegó hasta la playa y observó el maravilloso espectáculo. ¡Qué olas tan mansas! ¡Qué espuma tan hermosa! ¡Qué agua tan bella! Se acercó hasta el agua, cogió una poca con la mano y se la llevó a los labios para degustarla. Entonces, muy desencantado y abatido, pensó: “!Qué pena que pueda saber tan mal con lo hermosa que es!”

* El Maestro dice: Por ignorancia, cuando tus expectativas no son satisfechas, te desencantas. El ser liberado sólo espera aquello que ocurre.

sábado, 7 de agosto de 2010

El grano de arena

Dios estaba fabricando el mundo. Después de los astros, la tierra, el mar, fabricó también a las personas. Eran bellas criaturas, con los ojos espléndidos, pero sin alma.

— Es necesaria el alma, sugirió el arcángel que lo ayudaba.

— Cierto, dijo Dios. Ahora la hacemos.

Y se puso a preparar las almas. Estaba contento, trabajaba con entusiasmo. Amasó rayos de sol con perfume de jardines, zafiros de montaña con susurro de olas marinas… y las almas salían del laboratorio todas adornadas y brillantes. Entonces el Padre bajó a la tierra y distribuyó un alma a cada persona.

Pero como aquel día llovía, algún alma llegó a destino un poco deteriorada. Y un día una persona, una de aquellas que había recibido un alma algo estropeada, tuvo el impulso de decir una mentira, una mentira de nada, así de pequeña; pero era el primer hilo de la inmensa red de los engaños.

Dios, que lo sabe todo, se dio cuenta. Reunió a sus hijos de la Tierra y les dijo que no se debe mentir.

— Por cada mentira que digáis, arrojaré sobre la Tierra un granito de arena.

Los hombres no hicieron caso. En aquel tiempo no había arena sobre la Tierra; y con todo aquel verde, ¿qué importancia podía tener un granito de arena? Así fue como, después de la primera mentira vino la segunda, y tras ésta la tercera y la cuarta… La lealtad iba desapareciendo, el fraude y el engaño invadían el mundo.

Dios por cada mentira arrojaba un granito de arena; pero a un cierto punto, ya no pudo más, y tuvo que ser ayudado por un ejército de ángeles y de arcángeles.

Cayeron del cielo torrentes de arena, y la Tierra, el bello jardín florido, empezó a ajarse. Vastas zonas terrestres se cubrieron de arena: era el desierto. Sólo aquí y allá, donde todavía vivía alguna buena persona, quedaron raros oasis. Pero como la calamidad continúa difundiéndose, no está excluido que un día, por culpa de las mentiras, la Tierra se convierta toda en un inmenso desierto…
(Mito árabe)

Mi comentario: Si esto es un cuento ¿ qué es entonces la realidad ??