Acostumbro a presenciar actitudes de inhibición por parte de personas que ya han alcanzado una edad cierta… cuando interactúan con generaciones más jóvenes, hace unos días me tropecé con este fabuloso artículo en un diario nacional, que quiero compartir ya que demuestra, mucha valentía, originalidad e inteligencia además de un maravilloso estilo por parte de su autora. Que lo disfruten y que los que ya han a llegado o van a llegar pronto a esa edad cierta lo pongan en práctica, lo que importa de verdad es la edad de nuestro corazón... y no temer estar donde la vida nos lleve.
Moderna por contrato.- LUZ SÁNCHEZ-MELLADO (Publicado en El País el 18/08/2010)
“Yo soy rebelde porque el curro me hizo así. Llevaba 25 años de secretaria en una multinacional, de repente compran una red social y me trasladan de un día para otro. O eso, o la prejubilación, me dicen. A mí. Tengo 60, vale, pero yo no corrí delante de los grises para que me retire nadie. Soy una pionera nata. Así que me he reciclado. A la fuerza ahorcan.
El primer sofoco fue ver a mi jefe. Tiene 28 años y se llama Prometeo, te lo prometo, hay padres para matarlos. Lo ves y te dan ganas de darle un euro para que coma algo. Pero se ha inventado él solo este chiringuito que nos da de comer a él, a mí y a otros 150. Un cerebrito, el niño. Luego están los otros. Y las otras. Qué cuadros. Con esos pelos y esas barbas, ellos parecen extras de La vida de Bryan. Ellas, cualquier cosa menos vírgenes. Y yo, la madre que los parió a todos.
Era el último mono. Me llamaban de usted. Me marginaban. Pero yo no me manifesté con un cartel de "Sí al aborto" encima de un bombo de gemelos para que me jubilen unos niñatos. Fui a Bershka, pillé todo lo de la XXL, lo pasé por la Singer y me hice unos estilismos que los tengo muertos. Serán nativos digitales, pero les falta perspectiva. Lo del mes pasado les parece una antigualla y lo de hace 30 años el colmo del estilo. Mi último pelotazo son unas gafas de mi madre que me he graduado para vista cansada. Flipan con ellas. Vintage, las llaman. En mi época la vendimia era otra cosa.
Se las meto dobladas. Llevo el iPhone al cuello como la cruz el exorcista: los neutraliza. Solo sé llamar y contestar, pero cuela. Esto es anarquía y no la CNT. Desde que uno me dijo que había faltado por "un mal viaje", como si hubiera pinchado una rueda, yo ya ni pregunto. Estoy superintegrada. Hasta le he cogido el gusto al Red Bull de la máquina. Sabe a Bisolvón, pero me tomo tres al día, como el jarabe. Para marchosa, yo. Por Navidad me invitaron al Plasty, un local de culto. Me ve mi madre y me dice: "Ponte el visón, que viste más". Pobre, su reino ya no es de este mundo. Acabamos en un piano-karaoke del año de la tos. Pero si creen que es moderno, déjalos que disfruten.
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