viernes, 20 de mayo de 2016

No-violencia



Una serpiente había mordido a tantos habitantes de la aldea que eran muy pocos los que se atrevían a aventurarse en los campos. Pero era tal la santidad del Maestro que se corrió la noticia de que había domesticado a la serpiente y la había convencido de que practicara la disciplina de la no – violencia.  
          
 Al poco tiempo, los habitantes de la aldea habían descubierto que la serpiente se había hecho inofensiva. De modo que se dedicaban a tirarle piedras y a arrastrarla de un lado a otro agarrándola por la cola.  
     
La pobre y apaleada serpiente se arrastró una noche hasta la casa del Maestro para quejarse.

El Maestro le dijo: “Amiga mía, has dejado de atemorizar a la gente y eso no es bueno”.   
        
“¡Pero si fuiste tú quien me enseño a practicar la disciplina de la no – violencia!”            
 “Yo te dije que dejaras de hacer daño, no de silbar”.


viernes, 6 de mayo de 2016

El escondite


Esta en su cama mullida enroscada y dormitando, espera mi llegada para abrirle la puerta, entonces inicia su rutina matutina, se despereza, estirando todo su cuerpo con envidiable agilidad mediante un perfecto ejercicio de estiramiento, terminando con un largo bostezo, luego se acerca a la salida, asoma la cabeza, olisquea el aire levantando la nariz y sale corriendo para pasar un nuevo día explorando el jardín y los solares de alrededor, cazando ratoncillos de campo o lagartos que acecha durante largo rato, luego inicia con ellos un juego cruel hasta rematarlos y algunas veces me trae un ratón muerto o medio lagarto que mueve todavía la cabeza, me lo deja en el umbral y se me acerca con unos maullidos para avisarme, a modo de agradecimiento felino.


Hoy hace un día precioso se oyen a los pájaros trinar y corre una suave brisa que refresca la mañana, ella ha salido con mucha prisa, la sigo, pero  al legar a la esquina de la casa, ya ha desaparecido, la llamo y no responde, sorprendida, miro en la calle, en los solares cercanos y no la veo, entonces regreso a preparar mi desayuno. Mas tarde aprovechando el sol de primera hora, me ocupo del jardín, recojo las hojas del suelo, riego las plantas y recorto algunas flores secas. En un descanso, me quedo mirando el árbol majestuoso de grandes raíces y tronco retorcido y sigo el recorrido de las ramas que se van multiplicando y creando un entramado muy cerrado, arriba percibo un movimiento, creo que son unos pájaros en su nido, pero aguzando la vista reconozco su pelaje, ¡vaya, acabo de descubrir su escondite! metida en el entramado, apoyada en una rama con los ojos entrecerrados y su sonrisa gatuna descansa, feliz, como si  se  encontrara en un nido!