viernes, 24 de marzo de 2017

La fuerza del hambre






































Esta historia transcurre en el Japón durante un período de hambre.
Un campesino que no tenía con qué alimentar a su familia se acuerda de la costumbre que promete una fuerte recompensa al que sea capaz de desafiar y vencer al maestro de una escuela de sable. Aunque no había tocado un arma en su vida, el campesino desafía al maestro más famoso de la región.

El día fijado, ante numeroso público, los dos hombres se enfrentan. El campesino, sin mostrarse nada impresionado por la reputación de su adversario, lo espera a pie firme, mientras que el maestro de sable, estaba un poco turbado por tal determinación.

— ¿Qué será este hombre?, piensa. Jamás ningún villano hubiera tenido el valor de desafiarme. ¿No será una trampa de mis enemigos?

El campesino, acuciado por el hambre, se adelanta resueltamente hacia su rival. El Maestro duda, desconcertado por la total ausencia de técnica de su adversario.

Finalmente, retrocede movido por el miedo. Antes incluso del primer asalto, el maestro siente que será vencido. Baja su sable y dice:

— Usted es el vencedor. Por primera vez en mi vida he sido abatido. Entre todas las escuelas de sable, la mía es la más renombrada. Es conocida con el nombre de “La que con un solo gesto da diez mil golpes”. ¿Puedo preguntarle, respetuosamente, el nombre de su escuela?

— La escuela del hambre –responde el campesino.

Cuento zen






viernes, 10 de marzo de 2017

Lluvia



Cae la lluvia como lágrimas del cielo que vienen a saciar la sed de la tierra, que lo agradece haciendo brotar espontánea  y generosamente toda la naturaleza.

Me gusta ver caer la lluvia detrás de una ventana, deformando las figuras cuando baña el cristal, cuando azota las fachadas de las casas y los edificios, limpia las calles, forma charcos en la tierra y las gotas salpican con fuerza.

Me gusta pasear por la calle con mi paraguas transparente que me cubre hasta los hombros como si caminara dentro de una burbuja que me permite ver por donde voy y quien viene de frente.


Hoy el ruido de la lluvia me despertó con su peculiar sonido, al caer las gotas sobre el hierro del balcón, pero entonces mientras me arrebujaba entre las  sábanas, me pareció que sonaba como un canto triste y melancólico, como una música de Erik Satie y me recordó que por varios motivos, hay gentes que  no tienen a donde ir, ni donde resguardarse y para ellos la lluvia no tiene nada de bucólico, sino que les hunde aún más en el fango de una tragedia inhumana.