viernes, 17 de agosto de 2018

Ruido


 El Maestro tenía que soportar cada día una verdadera avalancha de preguntas, a las cuales él respondía en serio o en broma, con suavidad o con toda energía.


Había una discípula que siempre se pasaba las sesiones sentada y en silencio.

Cuando le preguntaron la razón de su actitud, ella respondió: "Apenas oigo una palabra de lo que dice. Estoy demasiado distraída con su silencio".