viernes, 6 de junio de 2014

Cosas de casa


Hace ya tiempo que observamos que la niña no dormía sola, que la visitaba un pretendiente bastante atrevido, que saltándose la vigilancia perruna, solía entrar con sigilo y siempre con nocturnidad, compartía la cena y luego se solazaba con Isis, de no ser por la fea costumbre que tenía antes de marcharse, de marcar el territorio dejando una impronta pestilente, no nos hubiéramos dado cuenta de nada.

Desde que la perra pasó a mejor vida, optamos por cerrar de noche una puerta que desde el jardín daba acceso a su cubil y ella, cual buena chica aparecía siempre justo antes de las diez de noche, hora de cierre. Luego temprano por la mañana se volvía a abrir la puerta y  durante todo el día ella volvía a sus aventuras campestres.


Pero cual fue nuestra sorpresa ayer, cuando al entrar en su lugar a media mañana, nos encontramos a la parejita ocupada con sus arrumacos, él huyó despavorido hacia el jardín dejando sus huellas en la pared, ella tranquila y relajada, se quedó mirando como salía el fugitivo, se desperezó y caminó lentamente tras los pasos de él, echándonos una mirada como de fastidio por la interrupción, mientras su dueño corría tras el intruso con ánimo de darle un buen susto y desalentarle. Y es que la niña, es la niña por muy gatuna que sea, hay que velar su seguridad pues lo de la honra ya no se lleva!


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