Le gustaba ser puntual, pero hoy le sobró algo de tiempo, la mujer subió a la cafetería del pequeño aeropuerto barrido por la “Tramontane”, el viento fresco de las cumbres de los pirineos ; pidió un té sin azúcar y se sentó en una mesa junto al gran ventanal que daba a la pistas de aterrizaje.
Hacía mucho tiempo que no iba por allí, la última vez fue hace 18 años con motivo de un viaje de vacaciones familiares y volvieron a su mente momentos divertidos en la Ciudad de la Luz. Pero hoy sus recuerdos se remontaban más, mucho más atrás…
Por un momento se sintió transportada a una especie de burbuja en el tiempo… era casi una niña aún, conducía su Velo Solex, aquel ciclomotor de color negro, que estaba tan de moda en Francia allá por los años 60 y que parecía una extraña bicicleta con motor… como solía hacer muchas tardes de domingo, circulaba por una carretera de campiña entre viñedos y frutales hasta llegar al solitario aeropuerto, aparcó y subió lentamente la escalera, el lugar era bastante silencioso y muy tranquilo, había muy pocos viajeros, en la cafetería pedía un “Orangina” y se sentaba, fascinada, con la miraba puesta en la pista buscando algún avión y su mente vagando por todo el mundo. ¡Cómo le gustaría poder viajar, visitar todos esos lugares de que hablaban los libros de aventuras y descubrimientos que tanto le gustaba leer… suspiró… Se oyó un aviso por los altavoces… cayo en la cuenta… habían pasado 45 años desde entonces y allí estaba de nuevo… Brevemente como en una película a cámara rápida, repaso los acontecimientos de su vida… esta no la había tratado mal, al fin y al cabo había cumplido muchos de los sueños de aquella adolescente y más, tuvo la oportunidad de vivir momentos y experiencias que ni en sus sueños más atrevidos aquella jovencita aficionada a los libros de aventuras y de ciencia ficción se hubiera podido imaginar entonces…
Vio acercarse a un hombre joven, alto y delgado, con pelo largo y vestido de negro con una guitarra en una mano y en la otra la bolsa con el portátil, una enorme sonrisa iluminaba su rostro y con voz potente y tono socarrón le soltó “¡madre querida!”, solo entonces salió de su ensoñación para dar un abrazo a su niño.
El se había convertido en un joven músico que disfrutaba recorriendo el mundo dando conciertos, vivía muy lejos de casa, donde volvía por Navidad y por una vez habían coincidido en aquella ciudad, precisamente donde ella había nacido y que se encontraba también muy lejos de casa, pero en otra dirección. Caminaron juntos hacia la salida, ella se volvió, miró hacia la mesa, tenía la sensación que desde la burbuja, la jovencita los miraba con satisfacción.
Jolie histoire j'en ai eu les larmes aux yeux car il y a des rêves qui se
ResponderEliminarréalisent c'est bien.Une grosse bise.
Pourquoi ne ferais-tu pas de ce rêve une réalité le 17 Juillet prochain.
ResponderEliminarJulien