viernes, 4 de octubre de 2013

Recuerdos de Otoño



El cielo está menos azul, las nubes están presentes a diario, a veces llueve.
Los árboles se van desnudando y al caminar por las calles  a veces llega el olor de las hojas de una hoguera en un rincon del patio.  Un olor que siempre me traslada a la ciudad de mi infancia entre los Pirineos y el Mediterráneo, concretamente al patio de mi colegio cuando era niña, aquellos días de la vuelta al cole, cuando cruzaba el amplio patio de recreo, tiempo de infancia con cierto sabor agridulce. Se terminaban los días tranquilos de las vacaciones y volvíamos a la rutina de las clases, de los horarios, de los días más cortos.

Otoño, recuerdos de otra vida paseando por el parque del Retiro en Madrid, con sus caminos cubiertos de hojas y sus árboles adornados con matices de cálidos colores bajo el cielo de un azul intenso en los días soleados, acechado por la mirada del ángel caído. Las fuentes susurrantes, las palomas voraces y los gorriones saltarines, los niños en bicicleta, las parejas besándose en un banco y algunas personas leyendo o dormitando al calor de los rayos del sol, los vendedores de castañas asadas en un cucurucho de papel de periódicos que servían también para calentarse las manos en los días más fríos. De vuelta a casa una parada en los puestos de los libreros de la Cuesta de Moyano.

Otoño en Canarias, apenas si se distingue de las demás estaciones. Siguen floreciendo los árboles en los jardines, aunque aquí también las aceras se cubren de hojas secas, hace calor, algunos días el mar está más bravío, pero tan pronto como vuelve la calma se llenan de nuevo las playas. Como en todas partes lo que más nos recuerda que estamos en otoño es la rutina, la vuelta a una cierta normalidad después del vacío de los meses de verano en la ciudad. Recuerdo las carreras por los pasillos en penumbra del aulario de la facultad para llegar a tiempo a las clases. Las reuniones alrededor de un café con los compañeros comentando los próximos exámenes o algún proyecto de trabajo. El frío húmedo que me cala hasta los huesos de vuelta de alguna sesión de cine o una exposición de pinturas o de fotos por La Laguna. Los largos paseos matutinos en fines de semana por la playa, caminando sobre la arena húmeda. Las tardes con Shanti ronroneando sobre mi regazo, viendo una película, leyendo o viendo pasar las nubes sobre el mar desde la ventana. Las noches musicales en el auditorio.

Así van pasando los días, no obstante, más rápido de lo que una desearía. Los años se van sumando y nos dejan el poso la experiencia de lo vivido, los recuerdos y el anhelo de todo lo que aún nos queda por aprender, por ver, por vivir.





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