El Emperador, que era un budista devoto, invitó a un gran maestro de Zen al palacio para hacerle preguntas acerca del Budismo.
"¿Cuál es la verdad más alta de la santa doctrina budista?", preguntó el Emperador.
"El inmenso vacío... y ni una huella de santidad", contestó el maestro.
"Si no hay santidad", dijo el emperador, "entonces ¿quién o qué es usted?".
"No lo sé", contestó el maestro.
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