Me gusta el otoño. Atrás queda el agobiante calor veraniego, apetece sentir nuevamente el frescor estimulante de la brisa y la lluvia que cae sobre la tierra sedienta.
El otoño despierta todo un universo de sensaciones que estimulan los sentidos, en primer lugar toda esa diversidad de colores cálidos que iluminan y asombran la vista cuando paseamos por un parque o un bosque; los sonidos algo más tenues parecen más íntimos, como el suave crujir de las hojas secas al caminar; nos envuelven olores profundos, el de la tierra humedecida por la lluvia, y ese tan característico de los montones de hojas que se queman y que me trasladan siempre a mi infancia…; el sabor de las frutas maduras que se han rezagado, en especial el de las uvas, tan dulces; finalmente los contrastes sobre la piel, entre el frescor del aire en el paseo matutino y la suavidad de los rayos del sol al medio día.
Todo ello me sugiere que el otoño es como volver a casa después de un largo viaje, con la maleta llena de recuerdos y de regalos.
También en la vida de las personas la llegada del otoño puede ser una etapa estimulante, y creativa. Si nos centramos en el presente y no añoramos obsesivamente etapas pasadas, nos daremos cuenta de que por fin disponemos de tiempo para hacer muchas de aquellas cosas a las que habíamos echado un vistazo y que tuvimos que posponer, las emociones han madurado y resultan más dulces y sabrosas, se relativizan las cosas, nos podemos mostrar tal y como somos, en general tememos menos ser sinceros, ya sabemos lo que NO queremos y empezamos a aceptarnos y aceptar a los demás tal y como son.
En ese momento en el que empezamos a conocernos mejor, a querernos un poco más, a ser más sinceros con nosotros mismos y con los demás, siempre y cuando nos acompañe la salud podemos dedicar también una parte de nuestro tiempo a ayudar a otros cuando lo necesiten…
Algunas de mis fotos de otoño
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