El discípulo fue a visitar al
maestro en el lecho de muerte.
- "Déjame en herencia un poco
de tu sabiduría", le pidió.
El sabio abrió la boca y pidió al
joven que se la mirara por dentro
- “¿Tengo lengua?”
- "Seguro", respondió el
discípulo.
- "¿Y los dientes, tengo aún
dientes?"
- "No", replicó el
discípulo. "No veo los dientes."
- "¿Y sabes por qué la lengua
dura más que los dientes? Porque es flexible. Los dientes, en cambio, se caen
antes porque son duros e inflexibles. Así que acabas de aprender lo único que
vale la pena aprender."
Bruno Ferrero
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