En otros tiempos, un joven monje presa de dudas no podía
comprender qué había que hacer para creer, para tener fe. Fue a ver a su
maestro y le preguntó si podía esperar que en el futuro comprendería, aunque lo
fuera un poco.
-No es necesario comprender -respondió el anciano maestro.
-Si no comprendo, ¿cómo tener fe?
-Inútil tener fe - dijo el Maestro.
-Entonces, no entiendo nada - dijo el monje.
-Lo único que necesitas es una fuerte certeza - replicó el
Maestro.
Anochecía, y el anciano maestro salió del templo con su
discípulo. Apuntando hacia el cielo con el dedo, le preguntó:
-¿Ves la estrella que brilla allí arriba?
El joven miró en la dirección indicada y respondió:
-Sí, la veo.
-¿Ves ahora esa otra que está justo al lado?
-No hay ninguna al lado - dijo el discípulo.
-Mira bien - agregó el Maestro.
Y efectivamente, el discípulo percibió una estrella casi
invisible. Si trataba de mirarla directamente, no la veía; en cambio, si la
miraba ligeramente de soslayo, la estrella se volvía perceptible. El Maestro le
dijo entonces:
-Es lo mismo que la certeza. Comprender es ver la estrella
que brilla; tener fe, es estar seguro de que existe una estrella aunque uno no
la vea; la certeza interna es saber que existe aunque no se le perciba
claramente. He utilizado esta metáfora para educarte, ahora debes comprender
por tí mismo.
Al joven monje le impresionó muchísimo la sabiduría de su
maestro, pero se preguntaba cómo podía éste saber que había una estrella
invisible justo en ese sitio.
El Maestro le dijo entonces:
-Las estrellas son
innumerables; creo que tú y yo no mirábamos la misma. El número de estrellas es
tan grande, que siempre existe una invisible, en cualquier lugar, que solo se
puede ver si se mira sin mirar.
(Anécdotas del Maestro
Deshimaru)
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