Aunque se trata de una historia
conocida, creo que de vez en cuando es conveniente recordarla.
El Maestro siempre permitía que cada cual
creciera a su propio ritmo. Que se sepa, nunca pretendió “presionar” a nadie. Y
él mismo lo explicaba con la siguiente parábola.
Una vez, al observar un hombre como una mariposa
luchaba por salir de su capullo, con demasiada lentitud
para su gusto, trató
de ayudarla soplando delicadamente.
Y en efecto, el calor de su aliento sirvió
para acelerar el proceso.
Pero lo que salió del capullo no fue una
mariposa,
sino una criatura con las alas destrozadas.
Cuando se trata de crecer, concluyó el
Maestro, no se puede acelerar el proceso, porque lo único que puede conseguirse
es abortarlo.
Fuente: ¿Quién puede hacer que amanezca? de
Anthony de Mello
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