En estos días de primeros de
diciembre y antes de dejarnos arrastrar por la vorágine de las fiestas
navideñas y fin de año, con días más cortos, temperaturas más frías y el
calendario que nos recuerda que nos acercamos a un final de ciclo, tendemos ya
sea a apurarnos por revisar las cosas pendientes o a ir a cámara lenta, haciendo introspección y balance de lo
que hemos tenido la oportunidad de hacer o de conseguir a lo largo del año.
Espero que a pesar de la crisis
hayan tenido la oportunidad de aprender algo mas o menos importante para su
propio crecimiento, ya que un año más siempre deja una huella. Poco a poco nos
vamos desprendiendo de lo superfluo y valoramos más lo esencial. Tomamos
conciencia de lo que nos llena y nos hace sentir bien y también de aquello que
nos produce malestar y
agotamiento. Estas emociones, sentimientos y sensaciones son grandes
maestros que nos van a orientar en el camino de nuestra vida, debemos
escucharlos, apuntarlos y sacar nuestras conclusiones ya que serán una
excelente base para que podamos, dentro de unas semanas establecer nuestros
propósitos de año nuevo.
Pongamos manos a la obra y aprovechando
esos momentos de meditación, y después de cerrar los temas pendientes, empecemos
a esbozar el mapa de nuestra vida para el próximo año.
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