Se cuenta que había una estatua de un rey,
cuyo dedo índice estaba en posición de señalar.
Llevaba la inscripción: “Para obtener un
tesoro golpea en este sitio”.
Su origen era desconocido, pero muchas
generaciones de personas de aquella ciudad habían golpeado, con todo tipo de
instrumentos, en el lugar señalado. Esos golpes, sin embargo, dejaron pocas
huellas en la dura piedra, aunque sí fueron mellando la confianza de la
población en sus posibilidades de poder obtener la riqueza prometida por la
inscripción.
Algunos empezaron a considerar la estatua
como una broma de mal gusto, pensada por algún antepasado que quería demostrar
algo que nadie lograba entender.
Así como algunos empezaron a mirar a la
estatua con notable desconfianza, para otros la frustración era tan grande y
profunda que incluso pidieron al alcalde de la ciudad que enterrase cuanto
antes el monumento para no tener que verse enfrentados cada día a su propia
impotencia.
Un día, un artista de un pueblo vecino, un
hombre que disfrutaba contemplando la belleza de las formas de todo lo creado,
llegó a la ciudad y se quedó conmovido por la belleza de la estatua.
El hombre estuvo observando desde todas las
perspectivas posibles el estilo, las formas, los materiales, el color, y hasta
el sonido que producía el viento al rozar aquella obra de arte. Y gracias a
aquella amplitud y profundidad de su mirada le fue posible observar que
exactamente al mediodía la sombra del dedo que señalaba, ignorada por siglos,
trazaba una línea en el pavimento al pie de la estatua.
Los sufíes cuentan que este hombre, después
de observar con detenimiento, marcó el sitio que señalizaba la estatua, obtuvo
los instrumentos necesarios, y con una barra hizo saltar la loza.
Para sorpresa de todos la loza resultó ser
una compuerta en el techo de una caverna subterránea. En ella había extraños
objetos, de una hechura tal que le permitieron deducir la ciencia de su
manufactura, hacía mucho tiempo perdido, y en consecuencia pudo acceder al
tesoro que la inscripción prometía.
Maestro: perdemos mucho tiempo buscando la
belleza y la felicidad en algún lugar remoto, mientras que si supiéramos mirar
bien la encontraríamos muy cerca de nosotros.
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