Con el ticket en una mano y el
monedero en la otra estábamos esperando el turno para pagar en la máquina del
aparcamiento. Delante de mi estaba una mujer con su hijo de unos 4 años, que
miraba encandilado como tintineaban las monedas que la máquina devolvía. El
niño se volvió hacia su madre y en un cuchicheo asombrado le dijo, “¡mama, esta
máquina regala dinero!”… La madre sonrió, introdujo el ticket en una ranura y
las monedas en otra, mientras el niño acuclillado esperaba que salieran las
monedas “de regalo” que esta vez para su gran decepción no salieron y ante el
apremio de la madre se marcho sin dejar de mirar en la parte baja de la máquina
a ver si caía algo.
Sonreí ante el inocente comentario y pensé en esa criatura, cuantas desilusiones
le quedarán por vivir hasta darse cuenta de que el único regalo seguro que
tendrá en esta vida es el cariño de su madre.
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