Hace ya tiempo que observamos que
la niña no dormía sola, que la visitaba un pretendiente bastante atrevido, que
saltándose la vigilancia perruna, solía entrar con sigilo y siempre con nocturnidad, compartía la cena y luego
se solazaba con Isis, de no ser por la fea costumbre que tenía antes de marcharse, de marcar el territorio
dejando una impronta pestilente, no nos hubiéramos dado cuenta de nada.
Desde que la perra pasó a mejor
vida, optamos por cerrar de noche una puerta que desde el jardín daba acceso a su cubil y
ella, cual buena chica aparecía
siempre justo antes de las diez de
noche, hora de cierre. Luego temprano por la mañana se volvía a abrir la puerta y durante todo
el día ella volvía a sus aventuras campestres.
Pero cual fue nuestra sorpresa
ayer, cuando al entrar en su lugar a media mañana, nos encontramos a la
parejita ocupada con sus arrumacos, él huyó despavorido hacia el jardín dejando
sus huellas en la pared, ella tranquila y relajada, se quedó mirando como salía
el fugitivo, se desperezó y caminó lentamente tras los pasos de él, echándonos
una mirada como de fastidio por la interrupción, mientras su dueño corría tras
el intruso con ánimo de darle un buen susto y desalentarle. Y es que la niña, es
la niña por muy gatuna que sea, hay que velar su seguridad pues lo de la honra
ya no se lleva!
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