Ocurre a veces que después de un
tiempo de esfuerzos continuados, a punto ya de llegar a la meta, empezamos a
flaquear, nos sentimos desilusionados, cansados y desmotivados, estamos a punto
de tirar la toalla y de paso tirar por la borda horas, semanas, meses o incluso
años de trabajo, estudio, esfuerzos que pueden quedar hechos añicos, pasando
así de alcanzar una meta, como terminar una carrera o entregar un proyecto que
puede marcar nuestra vida profesional, pasando así de conseguir un título, una
ventaja que puede dar lugar a una
promoción a no tener nada en absoluto. Pero lo peor no es ya la perdida de esa
meta sino la merma de nuestra autoestima que se produce siempre que dejamos
algo sin terminar.
Veamos un poco como es este
proceso: empezamos a experimentar un
sentimiento de confusión, de agobio, de caer en picado.
¡Sigamos adelante! es el momento
de demostrarnos a nosotros lo que somos, hasta donde podemos llegar.
¿Pero cómo seguir adelante
cuando ya hemos perdido la
motivación?
Moviéndonos sin parar, yendo paso
a paso, de modo que un paso impulse a otro. En cuanto empezamos a avanzar nos
vamos sintiendo mejor, nos vamos dando cuenta de que podemos con ello, de que queremos avanzar más.
Nos vemos inmersos en la incertidumbre
y el malestar, lo cual no suele ser muy agradable, pero sin embargo poco a poco
nos damos cuenta que sin ello nunca conseguimos nada que merezca realmente la
pena. Es el proceso de salida de nuestra zona de confort, es el que nos permite
crecer. No lo hacemos con una meta concreta sino para aprender algo nuevo,
porque ya estamos hartos de sentirnos mal y de lamentarnos. Queremos salir de
esa alcantarilla en la que hemos caído. Seguimos adelante porque no queremos
que sea el miedo el que tome las riendas
de nuestra vida y no queremos tirar la toalla cada vez que encontramos alguna
dificultad, alguna forma de resistencia. Nos sentimos movidos por la
curiosidad, queremos saber hasta donde
podemos llegar para conocernos mejor.
Hagamos una pausa y recordemos lo que nos llevo a iniciar ese camino y
en el fondo nos damos cuenta de que lo más importante no es la meta sino todo
lo que hemos aprendido a lo largo del mismo y tomamos consciencia de lo bien
que nos sentimos y de que sea lo que sea lo que nos propongamos podemos
conseguirlo.
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