A pesar de los emplastos y de las pociones, el dolor le
hacía sufrir terriblemente. Sus amigos fueron a consolarle:
- ¡Hubiera podido ser mucho peor! – dijo uno.
- Después de
todo, no te has roto nada – dijo otro.
- Pronto te repondrás – dijo un tercero.
En el colmo del dolor, Nasrudin se puso a pegar alaridos:
- ¡Salid todos de aquí!
- ¡Abandonad esta habitación en el
acto!
- ¡Madre, no dejes entrar a nadie a menos que se haya caído alguna vez de
una escalera!
Maestro: Si no has sufrido nunca, ¿cómo puedes ponerte en
lugar de aquellos que sufren? Es la experiencia la que vale, la teoría no la
puede sustituir.
La sabiduría de los cuentos de A. Jodorowsky
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