En la Facultad, descubrí la
navaja de Ockham, el principio de economía o parsimonia. “Es un principio
metodológico y filosófico atribuido a Guillermo de Ockham (Siglo XIII) según el
cual cuando dos teorías en igualdad de condiciones tienen las mismas consecuencias, la teoría más simple tiene
más probabilidades de ser correcta que la compleja”. Esto es un principio que
si bien rige el método científico, no siempre es cierto. Sin embargo, aplicado
a casos prácticos esta filosofía suele ser perfectamente válida, a mi
personalmente me encantó ya que me parecía que encajaba muy bien dentro de
la filosofía minimalista.
Otra formula que me gusta y que usan mucho los informáticos
cuando elaboran sus programas, es el principio KISS, del inglés “Keep it
Simple, Stupid” (¡Manténlo simple, estúpido!).
Uno de los principios del
minimalismo está precisamente en Simplificar, lo cual es precisamente eso,
hacer las cosas de la forma más sencilla posible. Reducir el proceso, la
perdida de tiempo y de espacio, cambiar nuestros hábitos para encontrar nuevas
formas más simples de hacer las
cosas o de vivir.
Para ello podemos pararnos y pensar en cómo hacemos las
cosas, cuanto tardamos en hacerlas e ir acortando pasos o actividades que se
puedan omitir o eliminar por completo, ya que no son necesarias.
Empecemos por eliminar la
saturación, todas esas actividades que sentimos que “tenemos que hacer”. Tal
vez cuando empezamos a hacerlo fuera necesario pero ahora que conocemos algunos
atajos, ya no lo es y nos estamos complicando la vida.
El hecho de simplificar es muy
necesario cuando tenemos que de cumplir con ciertos objetivos y metas en la
organización de nuestro trabajo. Si conseguimos definir claramente esos
objetivos podemos trazar una hoja
de ruta que indique claramente los pasos que tenemos que dar para conseguirlos.
Esto que parece tan obvio y de sentido común, con frecuencia al ver los
problemas que se me plantean en consulta no parece tan evidente cuando una
persona está agobiada por una serie de problemas y se siente incapaz de
priorizar y enfocarse en lo que realmente es importante para ella.
El proceso de simplificación es
aplicable a casi todo en nuestras
vidas desde la organización del trabajo, ya sea para un empresario, una ama de casa, en las aulas, en las
compras, con la maleta para las vacaciones, etc…
¿Como podemos empezar ya a hacerlo?
- Podemos acostumbrarnos a dejar siempre las cosas que debemos llevar en un mismo lugar, el bolso o cartera, las llaves, el teléfono, las gafas… etc., lo mismo para las cosas que llevamos al gimnasio o la piscina, el chandail, el bañador, la toalla, las chanclas, las zapatillas, etc…
- Usar la agenda para organizar el trabajo y las citas, programando un aviso sonoro para no llegar tarde.
- Podemos enseñar a los niños a que dejen su maleta del colegio preparada por la noche y el uniforme o la ropa lista antes de acostarse.
- Etc...
De esta forma saldremos más
relajados ya desde por la mañana, sin necesidad de perder tiempo en buscar las
cosas con prisas. Poco a poco, iremos encontrando soluciones más practicas para
resolver asuntos o acciones de diario, haciéndolas cada vez más simples y con
ello dispondremos de más tiempo para
alguna actividad lúdica que nos propongamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario