Nunca se han preguntado porque algunas personas tienen la impresión de ser espectadores pasivos de su propia vida, como si estuvieran viéndose en una película, sin posibilidad de modificar el guión y otros sin embargo, se animan y actúan con soltura creando día a día el guión de su propia película?
Esta primera sensación suele observarse al cumplir las decenas (de años), al llegar a los 30, a los 40, a los 50, etc… tendemos a hacer balance, desgraciadamente ese balance se hace a menudo para evitar proyectarse en el futuro… En esos momentos uno se da cuenta de las muchas decisiones que no se han tomado a tiempo, también se da cuenta de que su futuro resulta mas complicado y las posibilidades de salidas se van reduciendo dramáticamente. En ese punto no queda mas remedio que vivir la propia vida, hacer lo que se puede con lo que se tiene.
Algunas veces unos están tan enfrascados en sus rutinas que ni siquiera se dan cuenta de que van pasando los años, de que se les va pasando la vida. Corren el peligro de convertirse en algo así como "zombis"… y la única forma de cumplir con su destino es que este venga a su encuentro. Pero ese encuentro suele darse de forma brusca, cuando no trágica y dolorosa. En ese momento crítico tienen la posibilidad de replantease su vida, de volverse mas consistentes, de dase cuenta de que la culpa no es siempre de los demás, y que solo uno mismo puede tomar decisiones para sí mismo, de que cada uno es responsable de su propia vida, porque tiene que responder por ella…
Existen formas de evitar ese encontronazo con el destino. ¿Cómo? Aceptando en todo momento que tenemos siempre una posibilidad de elegir. Continuamente a lo largo de nuestra vida, día a día tenemos que tomar en todo momento decisiones, muchas de ellas se van automatizando, pero quedan muchas por tomar sobre la marcha, improvisando, dejándonos guiar por la intuición, y esto atañe desde lo más insignificante, hasta decisiones vitales.
Para evitar ser espectadores de nuestra vida siempre podemos empezar por pararnos, darnos un tiempo de reflexión, en el cual nos mantenemos en una espera receptiva, observando lo que nos rodea, lo que nos ocurre, como nos sentimos. Pero no de forma pasiva, ni depresiva o quejosa, sino de forma activa en el sentido de estar alerta, de escuchar y escucharnos desde lo más intimo para saber lo que nuestra vida necesita o lo que nos pide.
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